Como en las marchas organizadas por Juan Carlos Blumberg en 2004 tras el asesinato de su hijo Axel, los actos impulsados por el campo y en los recientes “cacerolazos”, en esta concentración el dato sobresaliente fue la composición social de sus integrantes: clase media y alta.
Otro dato importante de esta “Marcha del Silencio” fue la ausencia de jóvenes como sector organizado o espontáneo, más allá de algunos que acompañaban a sus padres. La mayoría de los manifestantes era de edad madura, de evidente actividad profesional o empleados jerárquicos.
La concentración se inició alrededor de las 17 en Plaza Lorea, frente al teatro Liceo, donde una multitud aplaudía ante la llegada de cada uno de los fiscales convocantes.
“Gracias por estar aquí”, repetía el fiscal Germán Moldes, mientras que el dirigente judicial Julio Piumato se negaba a hacer declaraciones a la prensa: “Esta es una marcha del silencio”, se justificaba, al tiempo que impartía órdenes a un grupo de hombres vestidos de negro encargados de la seguridad.
Primero fue el viento intenso y el cielo oscuro y amenazante. Después, el diluvio que cayó sobre la ciudad obligó a muchos manifestantes a refugiarse en bares y edificios. El Palacio Barolo y el teatro Avenida recibieron a una multitud ansiosa por cubrirse de la lluvia que obligó a acelerar los tiempos de la marcha hacia la Plaza de Mayo.
Una camioneta del gremio judicial encabezó la movilización, mientras que la ex mujer de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, acompañada por sus hijas, subió a un vehículo para trasladarse a la Plaza.
A pesar de que era un marcha del silencio, algunos gritos de “Argentina, Argentina” se mezclaban con “Asesina, asesina”, en clara alusión a la Presidenta.
En tanto, algunas consignas escritas en pancartas no representaban, precisamente, el carácter pacífico que se le quiso dar a la marcha: “CFK, basta de terrorismo de Estado” o “Cristina, nos vas a tener que matar a todos como a Nisman”.
El precandidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por el Frente Renovador, Francisco De Narváez, esperó el avance de la cabecera de la movilización sobre la Avenida de Mayo, a metros de la calle Salta. En el mismo momento, la periodista Magdalena Ruíz Guiñazú peleaba con los encargados de la seguridad para poder ingresar junto a los fiscales, mientras que el rabino Sergio Bergman, diputado nacional por el PRO, optaba por tomar el subte A hacia la Plaza de Mayo para guarecerse de la lluvia.
Los fiscales marcharon detras del automóvil que trasladaba a la familia de Nisman: Raúl Pleé, Germán Moldes, Ricardo Sáenz, Guillermo Marijuan y Carlos Stornelli.
En una segunda línea, se movilizaron los dirigentes de la oposición: los radicales Ricardo Alfonsín, Julio Cobos, Mario Negri y Ricardo Gil Lavedra, entre otros.
El jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, marchó junto a su esposa, Juliana Awada, quien le sostenía el paraguas. También estaban en esa línea el socialista Hermes Binner y el dirigente de Libres del Sur, Humberto Tumini.
El precandidato presidencial del Frente Renovador, Sergio Massa, también fue de la partida. A su vez, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, que igual que el Frente de Izquierda, anunció que no concurriría al acto, repartió volantes y el gastronómico Luis Barrionuevo concurrió acompañado por su esposa, Graciela Camaño.
Elisa Carrió, por su parte, se sumó a la movilización pero solo acompañando hasta el Obelisco, decisión que anunció dos días antes a través de su cuenta de Twitter:
Cuando los fiscales llegaron a la Plaza de Mayo se subieron a un palco y la multitud comenzó a gritar “Justicia”, al tiempo que Piumato pedía silencio.
“Les pido un minuto de silencio”, repitió, tras improvisar un breve discurso en memoria del fiscal Nisman.
El acto culminó a las 20.15 con la entonación del Himno Nacional, otra vez bajo la intensa lluvia y sin incidentes.