Guillermo Barros Schelotto fue como jugador de Boca el que mejor rédito sacó de los clásicos ante River. Gozó al máximo rival desde su personalidad porque su sola presencia desquiciaba a los hinchas pero también lo hizo con su juego desfachatado y por demás eficaz. El Mellizo volvió ayer al Monumental en el marco de un Superclásico, esta vez como DT del Xeneize, poco más de 11 años después de su última vez allí, cuando por el Apertura 2004 el equipo entonces dirigido por Miguel Brindisi cayó por 2-0 ante los de Leonardo Astrada.
Ahora la historia lo encuentra vestido de traje y ubicado detrás de la raya, dando indicaciones. Y ayer no fue un día más en su carrera como entrenador. El 0-0 ante River fue al cabo bueno si se tiene en cuenta el mal presente de Boca y la clara superioridad que hubo por parte del local en un estadio que lo recibió a puro abucheo y donde una bandera se hizo notar justo detrás del banco donde se encontraba el ex wing: “Guille, llorón, saludá al campeón”, decía el distintivo paño blanco con letras rojas.
Guillermo y su hermano Gustavo vivieron intensamente el Superclásico. El primero a pura indicación y, cada tanto, algún reclamo a la terna arbitral. Su encuentro con Marcelo Gallardo antes del comienzo del partido fue cálido y luego, pese a la búsqueda de la prensa de una declaración picante, fue más que cordial con el Muñeco: “Tengo una excelente relación con él, son opiniones”, dijo cuando le dieron la oportunidad de responderle al DT de River respecto de que tomaba como excusas a quienes argumentaban en el desgaste físico por jugar cada tres días el mal rendimiento de un equipo o sus jugadores.
Gustavo, ayudante de campo del Melli, fue incluso más efusivo durante el encuentro. Vivaba a los jugadores que ingresaban, intentaba ordenar tácticamente a los que estaban dentro a puro grito y hasta terminó afónico, tal como quedó probado sobre el final del encuentro cuando ante una contra mal resuelta por el equipo, se le oyó decir: “¡Lodeiro, rompele el arco!”.