Decir que los medios de comunicación son el Cuarto Poder, es hoy en día afirmar una realidad que data de tiempos previos a la Revolución Francesa. Pero ¿es posible que los medios dividan familias, rompa amistades e inclusive matrimonios? En los últimos años, especialmente a partir del conflicto entre el gobierno y “el campo” y después del fallecimiento de Néstor Kirchner, se puede realizar un análisis que, a posteriori de los acontecimientos antes mencionados, evidencia que no solo la juventud se volvió más participativa y se desarrollaron nuevos debates, sino que también la sociedad argentina en sí, volvió a mostrar interés sobre la política, para luego reditarse pugnas y antiguos términos otrora años dorados Peronistas como lo fue “gorila”.

Ciertamente, la sobremesa del domingo es una metáfora acerca de la intensidad del diálogo y del debate político interpersonal, ya sea en cualquier ocasión. Pero atacando directamente al punto, se puede afirmar que en la actualidad el debate político se tornó hosco. Se ve una clara segmentación entre bandos, llámense Anti K o Gorilas y Oficialistas o Kirchneristas, que entre si se atacan constantemente a través de sus distintos aparatos de comunicación o propaganda, donde no se permiten los visiones grises sobre la realidad.

El conflicto Gobierno contra Clarín produjo esta locura que ha llevado, reitero, a divisiones irreconciliables y a una intolerancia en niveles insospechados. Esta misma intolerancia ha llevado a la gente a un fanatismo y a un obstinamiento que es común la violencia física o verbal. Logramos que la cultura del deporte, también totalmente intransigente, se homogenice con la política. La opinión personal ya no tiene valor, siendo atacada con voces que cada vez son menos válidas. Es común escuchar hoy por hoy por ejemplo “Lanata miente porque defiende intereses monopólicos” o “6,7,8 es el programa del relato oficial”. Nuestra Ciudad, con el trágico pasado 2 de abril, fue misma tambíen campo de disputas, tanto como para la ayuda social como para los medios, poniendose en duda en ese momento lo que estaba ocurriendo de un lado y siendo ampliamente cubierto por el otro. Ya no se refuta con argumentos, es común que se recurran a razonamientos falaces y argumentos ad hominem para desacreditar al que expresa un conocimiento diferente. Debate sano y consenso son términos o formas difíciles de oír. Y la influencia de los medios de ambos en toda esta “guerra” es que, inclusive en el aire mismo de estos se visualizan conflictos de este tipo, existiendo tendencia real o supuesta a presentar por ejemplo, determinadas noticias o se elige lo que van a informar de forma poco equilibrada o tendenciosa.

Ciertamente, el grupo de Medios representa también a una oposición que no tiene líderes fuertes y se encuentra totalmente fragmentada. Los resultados electorales hablan por si solos. Lo único que los une es la disputa por intereses distintos y que no logra consenso. Esta falta de aceptación popular efectivamente es la que da la certeza de la ausencia del diálogo en buenos términos que existe y es innegable.

El gobierno, a través de los medios oficiales, muestra que requiere de un enemigo como Clarín para que su “Modelo” y su relato tenga sentido. Clarín necesita del oficialismo, para “tirarle” 40 tapas en contra y mostrar su poder, su dominio comercial y adherencia. Y en este conflicto, nos encontramos nosotros, que traspasó todos los ámbitos. Las marchas últimas son un paradigma que notoriamente se vio sostenido y fomentado desde los medios de uno, y denostadas por los otros, tomando notoriedad inclusive las redes sociales, (llamadas estas como “la fuente de las nuevas revoluciones”,) por ser un fuerte medio de convocatoria.

Para finalizar, es claro que el sesgo mediático y el propagandismo por parte de los medios influye en la sociedad y media en las ideologías personales y fomenta el debate. Se necesita que los medios iluminen más tolerancia, propuestas de cambio dentro de un hacer pragmático y real, y menos confrontación. Lo que no debemos permitir es que promueva la violencia al que piensa distinto. Permitimos que una Asamblea Legislativa se convierta en un estadio de fútbol, llena de papeles y cánticos contra opositores. Aprobamos que un debate político en el mismísimo Congreso Nacional se convierta en una batalla campal con funcionarios casi tomándose a golpes de puño. Todo esto, por que los medios de comunicación lo admiten, y nosotros, alienados por ellos, asentimos.