Ochenta años atrás, otras elecciones, en esta ocasión municipales, cambiaron para siempre los destinos de España. A modo de plebiscito, y así como los nuevos comicios en Venezuela, se decidía continuidad o cambio. Si bien las alternativas nada tienen que ver con las del país bolivariano: los españoles de entonces votaban si querían mantener la Monarquía o si preferían la República. Y triunfó la segunda.

El sexenio que sucedió, enturbiado por la época que le tocó dirimir, se anduvo entre la polarización y la violencia. La paz social se rompió desde todos los movimientos políticos: socialistas, fascistas, anarquistas, absolutistas, comunistas, ultracatólicos… Aquellos que jamás supieron respetar el pensamiento del otro lograron acabar con el régimen más democrático que ha tenido el país ibérico.

Miles de personas abandonaron España y se arrojaron a las aguas del exilio. Entre los países que más republicanos acogieron se hallaba, como no, Argentina. Toda la creatividad, la productividad de esta gente, ser vertió en sus nuevos hogares, permitiendon enriquecer sus nuevas residencias, mientras la patria se vaciaba en mente y espíritu. Un caso particular me llama la atención, el de Niceto Alcalá Zamora, primer presidente de la República. Hombre de profundas creencias cristianas, liberal convencido, murió en el exilio, en Buenos Aires, a pesar de ser declaradamente de derechas.

Hoy los españoles, cuya vanidad les hizo declararse desarrollados, ricos, gallardos, vuelven a abandonar su país. Son sobre todo jóvenes, sobre todo profesionales. Les llaman la generación perdida, pero en realidad quien pierde la creatividad de estas mentes es España, que de nuevo ha de verse empobrecida espiritualmente, envejecida sin remedio.

Este 14 de abril no resulta baladí. La misma Corona se ve afectada por la plaga de la corrupción, las fuerzas antimonárquicas se nutren de un descontento justificado contra una institución que, por mucho que se diga, no es democrática, sino que viene marcada por la sangre. Aunque les duela a los monárquicos, y aunque no dudo de la formación del príncipe Felipe, el heredero, a la jefatura del Estado español no se accede por méritos o respaldo popular. La pregunta es: ¿estamos preparados para adoptar la Tercera República?

Hoy los venezolanos deciden y a los amigos que tengo de allá, tanto chavistas como no, les deseo un porvenir feliz, lleno de trabajo y dignidad. En el Viejo Mundo nos estamos despidiendo de estos.